miércoles, febrero 24, 2010

El loco de la calle (3)

Los bares musicales siempre han sido los sitios predilectos para ir a tomar algo por las noches. No me preguntéis, pero a mis amigos siempre les ha parecido así y como uno tiene poca voz y voto pues iba con ellos. Era en un bar musical cuando una noche se acercó una chica a hablar conmigo. Todavía recuerdo cómo era y lo sé porqué con la persona del grupo que acabó la noche sigue fardando de ello. No obstante, la conversación que entablé con ella hizo que me diera cuenta de que hay cosas dentro de mí que son inamovibles.

- Y tu...¿Tienes novia?
- Si claro.
- Oh vaya. ¿Como se llama? ¿Está aquí?
- Sara y no, no está. Hoy salí sólo con unos amigos.
- Eres un chico interesante. Guapo, inteligente, sin prejuicios. Tu chica debe tenerte en un pedestal.
- Tu tampoco estás mal, se te ve maja.
- ¿Si? Pues vente conmigo!
- Me halaga tu proposición, pero no puedo. Yo puedo observar y admirar a otras mujeres pero nunca pasar de ahí.
- ¿Por qué?
- Porqué Sara siempre gana. Nunca nos hemos impuesto nada, somos libres de hacer lo que queramos. De hecho estamos juntos porque queremos. Siempre lo hemos tenido claro eso. Inconscientemente hay un vínculo entre ella y yo, que me atrapa, que me retiene, que me tiene preso de ella. No importa cuántas mujeres haya, ella siempre gana.
- ¿Y te ha pasado con alguien más?
- No. Lo cierto que las otras veces fui fiel más por respeto que por otra cosa. Es por eso que ella siempre gana, porqué mi fidelidad no depende de una cuestión puramente moral, sino más bien sentimental. Sería traicionarla a ella, sería traicionarme a mí mismo. No podría mirarme al espejo, puesto que ya no sería yo mismo porqué habría apuñalado a una parte de mí. ¿Entiendes?
- Creo que si. Tiene suerte Sara.
- Si bueno, eso yo ya no lo sé. Por cierto, por allá va un amigo mío que te lleva mirando desde hace rato. Si quieres te lo presento.
- Será un placer!

Más allá de toda aquella conversación descubrí la única razón por la que existo, por la que disfruto de las cosas de la vida y es que sin Sara, todo sería banal y sin ningún tipo de transfondo. Nada de lo que hiciera o hubiera tendría sentido, porqué el sentido se lo da ella.