miércoles, enero 19, 2011

El loco de la calle (6)

Todavía no sé porque me viene la imagen de esa mujer a la cabeza. Sólo me pidió la hora y acto seguido cruzó la puerta de salida del metro, mientras yo veía con resignación como se me escapaba la que podía ser el amor de mi vida.

Es curioso como cuando viajamos en un transporte público, y más en el metro, surgen historias de amor, a la par que ficticias, reales. Ficticias porque las imaginamos, reales porque las sentimos como si realmente hubieran pasado.

Recuerdo el primer y único encuentro. Fue un flechazo, por parte de ambos además.
Yo estaba sentado en uno de los fríos asientos del tren, y de repente, una persona de extraño atuendo se sentó frenté a mí. Excitado, por la curiosidad, me dispuse a observarla y analizar minuciosamente cada detalle de su figura. Una melena pelirroja y desordenada caía sobre sus hombros acompañado de lo que parecían unas rastas. Una sombra de ojos negra recubría aquellas esmeraldas que tenía como ojos. Unos labios finos y una nariz marcada acababan de descubrir su rostro. Era todo tan natural que el único maquillaje que llevaba era el la sombra de ojos. Me encantaba. Había quedado tan fascinado que pasé un largo rato contemplándola fíjamente. Ya estaba enamorado. Ahora sólo quedaba llamar su atención de alguna manera.

Esperé sin grandes resultados que me devolviera la mirada en algún momento. Se resistía pero cuando ya casi había renunciado a cualquier esperanza, me miró durante un pequeño instante. Y ese instante, se convirtió en una eternidad. Su mirada inocente y dulce me enterneció el alma y me robó algo más que el aliento. Quizá por eso, dejé de mirarla. Ella se percató casi al instante y empecé a sentir lo mismo que seguramente había sentido ella instantes antes. Me estaba leyendo el rostro.

Atemorizado por reencontrarme con su mirada, volví a mirarla y esta vez cuando nuestras miradas se cruzaron, ninguno la desvió. Ya estaba hecho, habíamos caído bajo el influjo del amor. Sin saber cómo nos habíamos convertido en amantes. A través de nuestras miradas vivimos toda una vida al lado del otro. Todo lo que una pareja podía haber vivido, pasó por nuestras mentes. Paseos a la luz de la luna por una playa, momentos de pasión desenfrenada e incluso situaciones de la vida cotidiana como comer juntos. Toda una vida que acabó cuando ella me preguntó la hora y partió hacia la realidad.

Nunca más he vuelto a ver ese rostro desconocido que amé durante el trayecto de un tren. Sin embargo, desde entonces que cojo siempre el Metro para ver si vuelvo a reencontrarme con ese rostro y proponerle vivir la vida que un día soñamos tener.

No hay comentarios: