lunes, julio 12, 2010

Esclavos de nuestras pasiones

El ser humano es el único animal de la tierra que cree ciegamente en algo. De ahí sale el prejuicio, de la creencia. La creencia suele ser más un sentimiento que un acto derivado de la razón. El mayor problema del prejuicio es que se expande como el fuego en la hierba seca y se asienta generacionalmente, sin dejar alternativa a cambiarlo. Sólo así se explica que el racismo siga vigente en nuestra actual sociedad.
Parándonos a analizar este prejuicio que tiene su origen en la más antigua era de la historia de la humanidad y es que un día, a alguién se le ocurrió dividir a toda una especie en naciones, en países, en culturas, dándoles así una identidad particular a cada uno. En principio, la idea parecía magnífica, pues dotaba a la humanidad de originalidad. El problema emepezó a venir cuando esas diferencias quisieron sobre ponerse las unas sobre las otras. El claro ejemplo está en Roma, cuando trazó un linea que distinguía entre el imperio romano y la barbarie. No hace falta decir que barbarie era una manera despectiva de llamar a lo que no estuviera bajo influencia de los romanos. Y así se empezó a forjarse ese prejuicio del que hablaba al principio en todo el mundo, haciendo un distinción despreciativa a lo que no se considera nuestro.

A lo largo de la historia se han buscado infinidad de motivos para justificar este prejuicio, desde ensalzar la imagen de una nación poniéndola por encima de todos, hasta creer que existía una raza superior que tenía una supuesta  explicación genética y científica para justificarse y para justificar su supremacía sobre el resto.

Tristemente veo como todavía a día de hoy, el prejuicio sigue ahí justificándose con los mismos argumentos que siempre desembocan en la misma conclusión: los seres humanos somos diferentes. La cuestión es ¿Acaso importa? Por lo visto si.

Recurriendo de nuevo a primera frase del post, en la que decía que el ser humano es el único animal que es capaz de creer ciegamente en algo, me redimo para explicar tan ilógica conducta de nuestro ser. Nos pese o no, somos esclavos de nuestros sentimientos, y la única manera de destruir ese prejuicio, es con un sentimiento más grande que el ser humano también posee, pero que le es más difícil allar. Ese sentimiento se llama empatía y si todos lo sintieramos por lo seres humanos, muy posiblemente, el racismo ya no tendría cabidad en nuestra actual sociedad.

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