viernes, septiembre 11, 2009

Una quise y no pude

Ella no era cómo el resto de chicas. Cuando hablaba, todos escuchabamos la melodía adictiva que desprendía su boca y que te encendía el espíritu. Quizá fuera por el qué o quizá por el cómo. Lo cierto es que poco importaba, nos tenía a todos hipnotizados. Sus palabras siempre llevaban un mensaje claro y conciso, lleno de emociones y esperanzas. Hablaba de las injusticias y miserias de este mundo de un modo estremecedor. Recuerdo que siempre acababa el discurso levantando el tono de voz para pronunciar un grito de guerra cargado de una fuerza inmesurable, que inducía a luchar contra aquellas injusticias y miserias. Ella no era ni la más guapa ni la más fea, ni la más tonta ni la más inteligente, era bastante cómo el resto en esas aptitudes. Sin embargo su apariencia emanaba seguridad y sabía hacer algo que pocos saben hacer en este mundo: predicar. Realmente tenía aptitudes de líder pero algo pasó.

Yo siempre supe que esa seguridad irradiante era sólo apariencia, que en su interior era una persona muy insegura y dubitativa. Sabía hacer creer, pero ella no creía. Así se confirmó al pasar los años. Un chico, bastante mayor que ella, atractivo, con el don de la palabra y de engatusar a cualquier chica insegura apareció y con él desapareció aquel espíritu.

El otro día la vi. Estaba dando un paseo sóla. Me acerqué a ella para saludarla y vi en su rostro la misma cara que había visto en el resto de la sociedad. Una cara sin expresividad ninguna que parecía decir que aceptaba el sistema establecido ¿Se habría condenado a la mediocridad del mundo?
Recordamos viejos tiempos y le confesé una verdad que ella creo que suponía. Le tenía un aprecio especial por aquellas épocas. Ella rió y al momento dijo que aquella chica ya no existía. Se había dado cuenta de que sus discursos eran fantasías de una adolescente rebelde y que no era posible cambiar nada. Realmente, se había vuelto mediocre, cómo el resto de personas. Era una quisé y no pude.

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