miércoles, agosto 19, 2009

El loco de la calle

Todavía recuerdo la primera vez que llegué a esta ciudad con ansias deseosas de descubrirla. Sin embargo las ansias fueron desapareciendo a medida que la iba conociendo a base de desencuentros y desilusiones, conmigo mismo.

La primera fue tres semanas después de haber llegado. Habíamos quedado Roberto, Sara y yo en la parada de tren para después cogerlo rumbo hacia la playa.
Por el camino íbamos Robert y yo, conversando de temas "pseudointelectuales", mientras Sara nos escuchaba espectante y quizá un poco atónita. Qué le iba hacer yo si somos un tanto peculiares. Aún así, Sara acabó por unirse a nuestros polémicos temas de conversación y debatió con nosotros. Y así pasó el tiempo hasta que llegamos a nuestro destino.

Bajamos del tren con ganas de llegar a la arena y acomodarnos en algún lugar de la orilla. Recuerdo que estuvimos caminando durante un corto tiempo, en el cual observaba expectante el paisaje. Realmente no era nada del otro mundo una playa abarrotada de gente, pero me gustaba imaginarmela vacía y a solas con Sara. Ella y yo apenas nos conocíamos, pero tuve siempre la impresión de que le atraía. Quizá fuera eso lo que más me gustaba de ella, que yo le gustaba.

Encontramos un sitio y finalmente nos instalamos. Cómo de costumbre, procedimos a realizar el ritual de estirar las toallas y quedarnos en bañador. Lo cierto es que siempre he pensado que eran algo ridículas las formas que había para hacer esto. Había gente que llegaba a hacerlo de maneras sumamente complicadas, cómo la típica persona que llegaba vestida y se desnudaba, se ponía el bañador ayudándose de una toalla para que nadie le viese en cueros. Luego había otras que eran bastante pedantes, muy típicas en los "chulo playa", que consistían en meter estómago y sacar pecho para marcar pectorales. En cualquiera de los casos, daba a creer que los seres humanos eramos realmente una especie muy banal y patética.

Pasó un buen rato antes de meternos en la toalla en la que continuamos hablando de temas que realmente poco me importaban en ese momento. Yo solo estaba pendiente de una persona: Sara. Se veía espléndida y bella en ese traje de baño. Quizá fueron sus voluptuosos pechos o su sensual cintura los que me hacía fantasear con ella. Se me pasaron muchas imágenes por la cabeza que podían convertir en impulsos de tirarme a ella. Creo que si no llego a controlarme, Roberto se hubiera sentido desplazado.

Empezaba hacer calor y decidimos darnos un chapuzón. Estuvimos un largo rato haciendo el tarado y nadando. Uno de los objetivos de Roberto y yo, era subirse a los hombro del otro y ponernos de pie para después saltar. Nuestros esfuerzos fueron nulos. Sara decía que era por nuestra diferencia de altura, Roberto porqué no teníamos fuerza suficiente. Yo pensaba que simplemente era porqué sentíamos la necesidad de hacer el ridículo en público. Viendo que nuestros intentos realizar el salto eran en vano, decidimos entrar en lo más hondo. Claro que había un problema. Sara y Roberto apenas sabían nada. Roberto era muy alto, así que tampoco pasaba nada, más o menos se mantenía tocando el suelo. Sin embargo, Sara ya no lo era. Le propuse cogerla yo para mantenerla y aceptó. Al principio la llevaba de las manos pero después se abrazó a mi. En ese momento, sentí la necesidad de que no se soltará nunca. Al final, después de decidir que nos íbamos para las toallas, acabé llevándola en brazos hasta el sitio donde hacía pie. Recuerdo que Roberto se adelantó a nosotros porqué no dejábamos de salpicarnos e intentar "ahogarnos". Fue en uno de esos intentos de ahogarla que me lancé a ella y quise besarla. Aun que no lo hice. Temía al rechazo. Aun que tenía la extraña sensación de que ella también quería que lo hiciera. Llegamos a las toallas y poco después nos marchamos hacia la estación.

Pasé todo el viaje de vuelta mirándola, con tristeza y rabia. Tristeza porqué cuando llegáramos a la estación nos separaríamos, con rabia por mi insultante cobardía a la hora de no dejarme llevar por mis impulsos. Fue mi primer desencuentro y desilusión, conmigo mismo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Exelente declaracion de amor, espero que la susodicha la lea ya que nunca e leido algo tan claro como esto, por cierto Roberto es buen chabal jajajajaj un saludo y espero que llegues hasta el final

Balcerx dijo...

Querido señor anónimo, esto solo es una historia que intenta narrar lo que a cualquier persona de nuestro mundo le podría pasar. Si leyó la primera entrada, se dará cuenta de que dije algo así cómo "hoy empieza mi propia batalla contra la mediocridad de un mundo lleno de maravillas". Si se da cuenta esta historia suena un poco a tópico y enseña una lección muy importante. El valiente gana y pierde, el cobarde simplemente nunca gana.

Saludos

Anónimo dijo...

Buena historia eso nos a pasado a mucho@,la proxima vez lánzate.porque se que esa historia es verdad ,pero tu amigo no se llama Roberto y no es una playa si no un pueblo del sur de España.Besos.

Abby dijo...

Cada vez que leo esta historia, y creeme la he leido muchísimas veces, tengo las mismas sensaciones y es que es tan increíblemente hermosa que me quedo sin palabras. Y cada vez pienso suerte que existe está histria porque de no ser por ella yo no seguiría hoy este camino de rosas.